El pasado 28 de mayo, vivimos una tarde mágica y llena de sabores en nuestra escuela de hostelería de Cartagena. Los talentosos alumnos de 1º de Dirección de Cocina, junto con sus compañeros del curso de Operaciones de restaurante y bar del SEPE, presentaron un espectacular menú de postres con maridaje que nos transportó a un mundo de cuentos de hadas y delicias culinarias.
Desde las 5 de la tarde, nuestros comensales fueron invitados a un viaje sensorial a través de postres inspirados en historias clásicas y fantásticas, cada uno acompañado de maridajes cuidadosamente seleccionados para realzar cada sabor y textura. Con creatividad y pasión, nuestros estudiantes demostraron su habilidad para combinar técnicas tradicionales con toques modernos y sorprendentes.
Entre los postres destacados de la noche se encontraban:
La Hora del Té
Un postre que recreó la famosa escena del té en “Alicia en el País de las Maravillas”, con espirales de cerezas, crema ácida de limón, y un crumble de Earl Grey, finalizado con un espectáculo visual al verter un fractal en tazas de té sobre el plato.
En el reino de las maravillas, donde los sueños danzan al son de las melodías más insólitas, y las criaturas fantásticas tejen sus historias en el tapiz del tiempo, se celebraba una peculiar hora del té que desafiaría incluso los límites de la imaginación más extravagante.
Alicia se encontraba en medio de un festín caótico, rodeada de una cornucopia de manjares absurdos y deliciosamente inverosímiles. Había pasteles que cantaban canciones de cuna, sándwiches que se reían a carcajadas y teteras que charlaban como viejos amigos. Pero en medio de este extravagante banquete, solo un plato parecía mantener la compostura: “La Hora del Té”.
Este postre, con sus dos espirales de cerezas, una roja y otra negra, adornadas con una crema ácida de limón, petit suisse de cerezas, crumble y helado de Earl Grey, destacaba entre la vorágine de sabores y texturas. Su elegancia discreta y su armonía de sabores parecían ser un oasis de cordura en medio del delirio culinario que reinaba en la mesa.
Mientras tanto el sombrerero loco se afanaba en una tarea igualmente extravagante: la creación de un fractal en tazas de té. Con movimientos precisos y enigmáticos, vertía sobre cada plato una cascada de un líquido azul mágico, cuyas formas y colores se desplegaban en un espectáculo de geometría y color digno de los sueños más extravagantes.
Así, mientras las criaturas del país de las maravillas se entregaban a la locura gastronómica con entusiasmo desenfrenado, Alicia se deleitaba con el singular postre “La Hora del Té”, saboreando cada bocado como si fuera un misterio por descubrir en el vasto y enigmático universo que habitaba. Y en medio de aquel festín de maravillas, descubrió que, a veces, la verdadera magia reside en la simplicidad de un postre bien elaborado y en la compañía de amigos extraordinarios.
Tic-Tac, la perdición de Garfio
Inspirado en “Peter Pan”, este postre deleitó a todos con su ganache montada de soja y maracuyá, caviar de mango, y helado de pimienta rosa, que le hizo perder a Garfio no sólo su mano…
En la bulliciosa y siempre encantadora Ciudad de Nunca Jamás, donde los sueños bailan al compás del viento y las estrellas son las guardianas del firmamento, hay una historia que se susurra entre los árboles centenarios y las olas que acarician las costas de la Isla de los Niños Perdidos. Es la historia del Capitán Garfio y el cocodrilo Tic Tac, un relato tan antiguo como el tiempo mismo, que ha tejido sus hilos en el manto de la eternidad.
Dicen las brisas marinas que en un día soleado, mientras el Capitán Garfio navegaba en su fiel navío, el Jolly Roger, en busca de tesoros y aventuras, se topó con un festín como ningún otro: el postre más exquisito que jamás hubiera cruzado su paladar. Era una obra maestra culinaria, un banquete de sabores que transportaba al comensal a mundos de fantasía y deleite.
Sin embargo, lo que el Capitán Garfio no sabía era que aquel postre, bautizado como “Tic-tac la Perdición de Hook”, había sido creado con una magia tan antigua como los cuentos de hadas. La mezcla de ganache montada de soja y maracuyá, caviar de mango, crumble de coco, helado de pimienta rosa, mango carbonatado con ron y maracuyá, espuma de leche condensada y limón, era un conjuro que encantaba y seducía a quien lo probaba.
Fue así que, mientras el Capitán Garfio deleitaba su paladar con los sabores mágicos de aquel postre, el cocodrilo Tic Tac acechaba en las profundidades del mar, atraído por el dulce aroma que emanaba del navío. Con un hambre insaciable y una curiosidad voraz, el reptil emergió de las aguas y, en un instante de deslumbrante caos, se abalanzó sobre la cubierta del barco, su mandíbula aferrándose a la mano enguantada del Capitán.
Desde aquel fatídico encuentro, el cocodrilo Tic Tac se convirtió en el eterno perseguidor del Capitán Garfio, su tictac resonando como un eco ominoso en los confines de Nunca Jamás. Se dice que el reptil, seducido por los recuerdos de aquel postre encantado, busca incansablemente al Capitán Garfio con la esperanza de saborear una vez más aquellos deliciosos sabores que encerraban la magia de la isla.
Y así, mientras el tictac del reloj del cocodrilo marca el paso del tiempo y los rugidos anuncian su presencia, la historia del Capitán Garfio y el cocodrilo Tic Tac continúa su danza eterna en los rincones más oscuros y misteriosos de Nunca Jamás. ¿Quién se atreve a probar el postre que desató esta encantada aventura? La respuesta yace en el corazón de los valientes que se atrevan a cruzar el umbral de la imaginación y la magia.
Bibidi Babidi Bu
Un postre que evocó la magia de “Cenicienta”, con un bizcocho de calabaza y una esfera de queso crema rellena de gel de mango y maracuyá, todo preparado con un toque final de purpurina espolvoreada con una varita mágica. Los comensales fueron invitados a decir “¡Bibidi Babidi Bu!” mientras giraban el plato para completar la transformación mágica del postre.
En un reino encantado, donde los cuentos de hadas entrelazan sus hilos dorados y las maravillas se despliegan con cada respiro, vivía una joven de noble corazón conocida como Cenicienta. Bajo la luz de la luna y el parpadeo de estrellas plateadas, su vida se transformó en un destello de magia y sueños cumplidos. Pero he aquí una historia menos conocida, un relato de delicias que se despliega como un hechizo culinario.
A las doce en punto, cuando las campanas del reloj anunciaban la medianoche, la carroza dorada de Cenicienta, engalanada de esplendor y elegancia, se desvanecía en una simple calabaza, devolviendo la magia a su forma original. Inspirado por esta encantadora transformación, un postre nació, reflejando la esencia misma del hechizo de la medianoche.
En el plato, un poco de gel de calabaza pintaba una escena de encanto otoñal, mientras unas pipas de calabaza garrapiñadas añadían un toque de crujiente deleite. En el centro del plato se erguía un bizcocho de calabaza, coronado por una esfera naranja de queso crema, su interior rebosante de gel líquido de mango y maracuyá, como un corazón de oro líquido oculto en un cofre de tesoros.
Al borde del plato, pintado con precisión y encanto, el número XII se destacaba, mientras una aguja de chocolate estaba a punto de tocar las 12 de la noche, evocando la magia del momento. Pero la verdadera maravilla se revelaba al servir el plato. Se pedía al comensal que girara el plato, haciendo que la aguja de chocolate avanzara hacia la medianoche. Con un toque final de esplendor, una varita mágica espolvoreaba purpurina sobre el plato, como un suave polvo de hadas que iluminaba la noche.
Y aquí radicaba el momento culminante: los comensales, sumidos en la magia del instante, debían decir con voz clara y melodiosa, “¡Bíbidi Bábidi Bu!”, invocando así el encantamiento de la Hada Madrina y completando el hechizo de la medianoche.
“¿Quién puede resistirse a esta maravilla?” se preguntaban los asistentes, sus ojos brillando con la promesa del sabor y la magia. La transformación de la carroza en calabaza no era solo un cuento de hadas, sino una experiencia que cobraba vida en cada bocado, cada destello de purpurina y cada giro del plato.
Así, en el reino encantado, donde los sueños y la realidad se entrelazan como un tapiz de seda, el postre de la medianoche se convirtió en un emblema de la magia eterna de Cenicienta. Y en cada mesa donde se servía, los comensales, jóvenes y viejos, recordaban que, a veces, la verdadera magia reside no solo en las historias que contamos, sino en los momentos que saboreamos con el corazón lleno de maravillas y la voz entonando un hechizo tan dulce como “¡Bíbidi Bábidi Bu!”
En las Dunas de Agrabah
Un homenaje a “Aladino y la lámpara maravillosa”, con un diseño exquisito de arabesco de chocolate negro, financier, crema de naranja y cous cous aromatizado con café, perfumado con el exclusivo “Aroma de Agrabah”.
Y Scherezade dijo: “En las noches de mil y una maravillas, bajo el cielo estrellado de Agrabah, donde los vientos del desierto susurran secretos antiguos y los palacios resplandecen con la luz de la luna, existe un relato tan delicioso y exquisito como los tesoros ocultos en las cuevas de los genios. Esta historia nos lleva a las dunas doradas de Agrabah, un lugar donde los sueños y los sabores se entrelazan en un ballet de deleite.
Imaginen un plato pintado con un arabesco geométrico de chocolate negro, como los intrincados mosaicos que adornan los palacios de la ciudad. Sobre este lienzo comestible, tres trozos de financier se erigen como las dunas suaves y ondulantes del desierto, acompañados de una crema de naranja que evoca el sol poniente, bañando la tierra en su cálido resplandor. Pequeñas cúpulas de ganache montada de café se alzan majestuosamente, simulando los tejados de los palacios de Agrabah, donde el gran sultán contempla sus dominios.
En el centro del plato, un cous cous aromatizado con café y un helado de cacao tostado forman un oasis de sabores, rodeado de ramas doradas de chocolate que recuerdan las palmeras bajo las cuales los mercaderes cuentan sus historias. Pero la verdadera magia se encuentra en un toque final: un perfume especial, el ‘Aroma de Agrabah’, con notas de naranja, café y chocolate. Antes de degustar este banquete de ensueño, es imprescindible pulverizar unas gotas de este elixir sobre el postre, para elevar la percepción de cada sabor y transportarse al corazón mismo de Agrabah.
Y así, mientras la fragancia envuelve los sentidos y los sabores danzan en el paladar, uno se siente transportado a las bulliciosas calles de Agrabah, donde Aladino, con su lámpara maravillosa, descubre la verdadera esencia de la magia. Porque en este postre, en las dunas de Agrabah, yace la promesa de un deleite tan profundo y encantador como los relatos que Scherezade contaba para mantener viva la llama de la curiosidad y el deseo en el corazón del sultán.
Este, queridos oyentes, es el postre de los postres, una creación tan sublime y encantadora que hace que las maravillas del desierto cobren vida en cada bocado. Es una experiencia sensorial que captura la esencia del cuento, uniendo la riqueza de los sabores con la belleza de la narrativa, haciendo que cada comensal se convierta en parte de la leyenda misma.”
Cada postre fue presentado con una puesta en escena única, transformando la experiencia en un verdadero espectáculo. Los alumnos del Curso de Operaciones de restaurante y bar del SEPE, añadieron su toque mágico, interactuando con los comensales y haciendo de cada servicio un momento inolvidable.
Menú de Postres
Gracias a todos los que asistieron y apoyaron a nuestros talentosos estudiantes.
¡Vuestro entusiasmo y aprecio hicieron que la noche fuera aún más especial!